Salvador Bartolozzi. Perfil artístico (1)



Evolución estética, oficio y carácter  
El arte de Salvador Bartolozzi ha experimentado una evolución grande, graduada y lógica. No quiere decir esto que el artista haya tenido que rectificarse y cambiar de orientación en el transcurso de su vida artística; muy por el contrario, la personalidad de Bartolozzi se manifestó con decisión rotunda desde los primeros momentos, y lo que constituye su evolución, después, no es otra cosa que la variación imprescindible de lo que vive, crece y se desarrolla, siempre cambiando, pero siempre obedeciendo a un solo principio vital y a una sola ley de desenvolvimiento82.

Tal y como señala en estas líneas de 1913 el perspicaz Manuel Abril, la permanencia de una personalidad rotunda e inconfundible a través de la variación estilística es la característica que mejor describe la trayectoria como dibujante de Salvador Bartolozzi. Desde la fidelidad a un principio vital, el dibujante enriquece y actualiza su obra merced a su inmensa capacidad de asimilación y comprensión de influencias y técnicas ajenas y a una lúcida intuición para interpretar toda novedad. Un arte —observa Margarita Nelken— en proceso de continua revisión, en lucha contra el acomodamiento y la facilidad:

El arte que sólo se hizo de momento tiene que pasar como pasa el momento; al arte fácil le arrastra su misma facilidad; Bartolozzi comprendió esto en París, en París que es la ciudad de todas las facilidades y la ciudad de los momentos, y él, que se volvió a España porque necesitaba para vivir una tierra apretada y entera, comprendió que el arte no consiste en tener un estilo, sino en ir creando poco a poco, inconscientemente, un estilo, con la verdad y la razón de su sentimiento—83.



Desde estas premisas, según el criterio de Margarita Nelken, la obra gráfica de Bartolozzi se define por el "carácter" —concepto ajeno y superior al de "técnica" o "estilo"— que lo distingue "de los que se contentan con pegar a un asunto su manera habitual, siempre idéntica y siempre cerrada", que lo sitúa en la órbita de aquellos que fueron los guías de su educación artística en el París de fin de siglo:

Después de Degas y de Toulouse-Lautrec, junto a Steinlen, a ciertos Picasso y a Georges Seurat, Bartolozzi es uno de los artistas que creen que el único valor del arte, su única misión y su única excusa, es la de marcar y establecer el carácter. Estos artistas no son realistas, pues al contrario de los realistas que lo reproducen todo con igual interés o con igual indiferencia, ellos sacan únicamente el carácter distintivo de las cosas, lo que hay en las cosas de vida particular e independiente84.

No obstante, advierte la misma autora de la división que el propio artista establecía en su obra: una faceta particular "destinada a satisfacer lo que sentía en él de más alto que todas las superioridades y en la que quiso llegar a ignorar completamente todas las apariencias", que califica como "su obra definitiva y verdadera"; la segunda, la destinada al público y derivada de su tarea profesional participa básicamente de la intensidad y el carácter de la primera, pero no deja de estas condicionada por múltiples factores externos al artista y la subordinación a la inspiración ajena.

El marcado carácter del dibujo de Bartolozzi se sustenta, en primer lugar, en la solidez de su técnica y en su notable versatilidad: domina con igual maestría la desnudez del dibujo a pluma, la expresividad del desdibujo a base de manchas de tinta o color y las transparencias con tinta y acuarela; experimenta continuamente con variadas técnicas mixtas. Así, usa de forma habitual una mezcla a base de lápiz, difumino, tinta, albayade y gouache; emplea también con inteligencia los patterns decorativos. Atento a la calidad de la reproducción, el dibujante recurre a trucos diversos: perfila en ocasiones las figuras con una gruesa línea blanca, matizándolas por medio del espurneado en busca de la riqueza de las texturas de los fondos o de la adecuada sensación de atmósfera; recorta los dibujos y los monta después sobre cartón de diferentes colores. 
Muestra también su dominio sobre la técnica del cartel y las tintas planas, que a menudo aplica a portadas e ilustraciones. Se revela además, aunque no pocas veces limitado por las condiciones de reproducción, como colorista raro y original, siempre en busca de inusuales armonías cromáticas85.



A lo largo de su carrera, el dibujante procuró estar siempre al día en todas las facetas de su trabajo profesional tanto en el aspecto técnico como en las novedades estéticas; al respecto, María del Mar Lozano —siguiendo el testimonio de Pitti Bartolozzi— detalla algunas de las fuentes directas del artista, quien "manejaba abundantemente libros, revistas, álbumes y carpetas de patterns decorativos, sobre todo francesas, alemanas y austríacas"86.
 


Bartolozzi viajaba anualmente a París y estaba familiarizado con su ambiente artístico y publicaciones. En los años veinte realizó una larga gira profesional por Alemania, enviado por la casa Calleja; no obstante mucho antes había ya mostrado gran interés por el arte germano: era comprador habitual de Simplicissimus y admirador de algunos de sus colaboradores más destacados —Bruno Paul, Thomas Theodor Heine o Alfred Kubin— y conocía bien publicaciones como Die Jugjend o movimientos como el Deutsches Werkbund. Entre los volúmenes de su biblioteca, María del Mar Lozano cita los estudios sobre la obra de Ludwig Hohlwein y Olaf Gulbrasson, dibujantes que en distintos momentos influyeron notablemente en su estilo o técnica87.


Artículo sobre los Humoristas franceses. La Esfera, 25 (20-VI-1914)

 Sin embargo, como subraya Margarita Nelken, en la obra de Bartolozzi el dominio del oficio se subordina siempre al servicio de la expresión artística; es un medio y nunca fin en sí mismo:


Bartolozzi, el más complejo he dicho, y el que más domina su complejidad, debí añadir. El oficio, que siendo sólo oficio es despreciable como mentira que permite aparentar lo que no existe, siendo sólo sostén es digno de ser perfeccionado, pues permite aparentar todo lo que es vida y todo lo que la vida contiene exterior o secreto. Bartolozzi sabe, sin sujetarse jamás a su oficio, servirse de su oficio en todo lo que quiere, y sabe siempre, por cima de la materialidad perfecta de su oficio, permanecer él fuerte y entero. Sólo de todos los que se atienen en su arte a un principio ya dado, sabe ir hacia sus sensaciones, visitarlas en donde demoran y no atraerlas bruscamente e insensatamente hacia sí. Sabe ser fuerte y sabe afinarse, sabe apoyar y se sabe deslizar suavemente. Es el Bartolozzi de los apaches o el Bartolozzi de los refinamientos ultramodernos y ultradecadentes, o el Bartolozzi de los deliciosos cuerpecitos desnudos de los niños; pero es siempre, no ante todo sino por dentro de todo y más allá que todo, Bartolozzi, el que no puede confundir88.

notas 

82 Manuel Abril, "Artistas españoles. Salvador Bartolozzi", Por Esos Mundos, 222 (VII-1913), p. 86.
83 Margarita Nelken, Glosario. Obras y Artistas, Madrid, Librería Fernando Fé, 1917, p. 151.
84 Ibídem, p. 153.
85 A propósito de los aspectos técnicos del dibujo, véase: María del Mar Lozano Bartolozzi, "Salvador Bartolozzi, entre las vanguardias y el casticismo. (La colección de dibujos originales de Blanco y Negro), Norba-Arte, V, Departamento de Historia del Arte, Universidad de Extremadura, 1984, p. 247.
86 Ibídem, p. 244.
87 Se trata de los títulos: H.K. Frenzel (ed.), Ludwig Hohlwein, Berlín, 1926, adquirido en la librería Leoncio de Miguel en Fuencarral, 20 de Madrid, y Olaf Gulbransson es war einmal, München, Pipper Verlag München, 1934 (Ibídem, pp. 247-248).
88 Margarita Nelken, op. cit., p. 152.


Comentarios