Ramón Gómez de la Serna y Salvador Bartolozzi (9)


SALVADOR BARTOLOZZI, INTÉRPRETE GRÁFICO DE LA TERTULIA DE POMBO: 1915- 1936
La tertulia de Pombo respondía a la voluntad de Ramón Gómez de la Serna de intervenir públicamente en la vida cultural madrileña desde su absoluta independencia y radical individualismo, tras superar aquella etapa en la cual —según la retórica de Cansinos Assens— recorrió "bajo la máscara de "Tristán el decapitado [...] la pura y divina peregrinación por el desierto que debe anteceder a todo contacto con las muchedumbres"11; un periodo de hermetismo y soledad durante el que el escritor fue seleccionando personalidades afines, siempre con la presencia a su lado de Salvador Bartolozzi.

En 1915 Ramón establece su tertulia en Pombo partiendo del pequeño grupo reunido en el cenáculo de Rafael Calleja, para posteriormente abrir sus puertas a una variopinta y heterogénea multitud de personajes; no obstante, a lo largo de las distintas etapas y pese a los distintos avatares del grupo, Bartolozzi permanece igualmente al lado del escritor hasta el decisivo trance de la Guerra Civil. Paradójicamente, Ramón concibe la tertulia desde un sentimiento de soledad, expresado en su "Primera Proclama de Pombo", en la que establece la oposición frontal entre "nosotros" frente a los "viejos" y a "los anteriores a nosotros", situando al grupo en una actitud "solitaria y final" y a Pombo como única vía de proyección pública:

Siendo así como somos y estando tan distantes y tan solitarios, no pudiendo hacer lo que queremos ni cuando de vez en cuando salimos a la publicidad, viendo que cada vez es más difícil el libro, lejos de la vana promiscuidad de los teatros donde todos creen repartirse el éxito y donde todos degeneran día tras día en la atmósfera más engañosa ¿Qué podíamos hacer que equivaliese a esas cosas y que satisficiese nuestro deseo muy humano de proyección cabal?
A esta pregunta respondió la cavidad de Pombo. En Pombo hemos encontrado la compensación, como si habiéndose acabado el oxígeno en la atmósfera se fabricase sólo en un rincón12.

Retrato de Ramón por Bartolozzi

Los testimonios de la época coinciden en matizar este "nosotros" habitualmente empleado por Ramón en sus referencias a la tertulia, constatando la singularidad y primacía absoluta de su personalidad sobre la del resto de asistentes; rectificación que el conocido comentario de Fernando Vela resume muy gráficamente:

En Pombo daba Ramón el espectáculo de la mayor voracidad. Lo estrujaba y trituraba, lo digería todo con el mismo apetito, igual las cosas que las personas, sin saciarse nunca, sin hacer escrúpulos a nada. Se salía de allí hecho pulpa. Una vez ha dicho Ramón que él no es de ninguna generación, que él es el único de su generación. Creo más bien que se ha comido a sus compañeros y excusa su crimen diciendo que ha salido solo del puerto13.

No obstante, esta omnipresencia de Ramón ha dejado en la sombra, quizá en demasía, a los más caracterizados pombianos que en segundo plano nutrían el espectáculo subversivo del pontífice de Pombo, imposible sin el complemento de valiosos actores secundarios. El propio Gómez de la Serna definía el carácter del peculiar grupo cuando, recordando el ofrecimiento de Cansinos Assens para salir de Pombo y encabezar la vanguardia literaria, exponía los argumentos de su negativa:

[...] yo sólo me he propuesto consagrar la independencia de cada uno, y consagrar el sagrario del local, en vez de valerme de todos [...] Yo no había querido fundar más que mi propio ismo, no queriendo prevalecerme de la posibilidad de reunir gente con la falta de independencia de los que forman un grupo literario [...] yo quería sólo el talento solitario de cada cual y que prosperase por su cuenta14.

Estos talentos solitarios, que forman en palabras de Mainer el "parnaso transicional entre la bohemia y el vanguardismo", representan los últimos ecos de la subversión romántica y, al tiempo, la apertura al internacionalismo artístico y literario; un perfil al que se ajusta perfectamente Salvador Bartolozzi, uno de los pombianos más señalados y característicos, entre entusiasta y escéptico pero siempre fiel a la cita de los sábados, tal y como constataba Antonio Espina:

Otras de las frecuentaciones más gratas para él era la tertulia sabática de Gómez de la Serna y sus amigos en el café de Pombo. El conjunto abigarrado de esta reunión y la fácil salida al disparate o al sotto voce con la persona interesante, inencontrable en cualquier otro lugar; la mezcla rara de acentos psíquicos, que hacían variar bruscamente el clima de la tertulia tres o cuatro veces cada noche; y hasta cierta emoción evocadora que a todos nos ganaba en aquella sala un tanto escondida, larga y estrecha, del viejo café — "y botillería"— contemporáneo de Moratín, de Meléndez Valdés, de Goya (y del menage à trois, Carlos IV-María Luisa-Godoy), empujaba con íntimo goce a salvador al cónclave pombiano15.

Bartolozzi se convirtió además, con Gutiérrez Solana y Romero Calvet, en el principal notario gráfico de Pombo, dando fe de su nacimiento con sus dibujos de 1915 para "El café recóndito" y de las postreras reuniones en la víspera de su defunción en la serie "Siluetas de Pombo" publicada en Estampa entre 1935 y el fatídico verano de 1936.

Fuente Boletín Ramón 12

NOTAS
11 Rafael Cansinos Assens, Poetas y prosistas del Novecientos, op. cit., p. 246.
12 Pombo, op. cit., pp. 225-226.
13 Fernando Vela, "La tertulia de Pombo. Una subversión", Indice de artes y letras, 76 (I-1963), p. 3.
14 Ramón Gómez de la Sena, Nuevos retratos contemporáneos y otros retratos, op cit., p.327-328.
El mutuo desapego de Ramón y Cansinos en los años de madurez se refleja en las memorias de éste cuando describe el acto de la fundación de Pombo. Alude primero con cierta sorna a los "predilectos" de Ramón: "un joven poeta, que está empleado no sé donde y se llama Manuel Abril, el escultor Bartolozzi, Ricardo Baeza, Goy de Silva, dos hermanos pintores, Los Zubiaurre, sordomudos e invertidos, y un joven pequeñito, moreno y bien plantado como un Radamés, que se llama Tomás Borrás y hace crítica de teatros en La Tribuna". Aunque reconoce a Ramón como "genio de la propaganda", no deja de observar lo escasamente futurista del ambiente, refleja las ironías de los asistentes sobre la pesadez de sus discursos y la mala calidad de la comida; un cuadro desmitificador que remata con eficacia el final de su relato: "Los camareros recogen el servicio y nos miran. Debemos parecerles una partida de locos. Pero somos tontos nada más. Yo salgo bostezando, como Alcaide de Zafra" (La novela de un literato, Madrid, Alianza, 1985., T. II, pp. 65-67).
15 Antonio Espina, op. cit., p. VIII.

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