Ramón Gómez de la Serna y Salvador Bartolozzi (6)


2 LA INTERPRETACIÓN DEL RAMONISMO (1914-1917)

Entre 1914 y 1917 Bartolozzi continúa colaborando estrechamente con Ramón y compartiendo trabajos literarios y tertulias, convertido en este periodo en autor casi exclusivo de portadas e ilustraciones de sus libros y artículos. Libros como El Rastro, Senos y El circo marcan la definitiva maduración de la escritura de Gómez de la Serna y el afianzamiento del rumbo de su monismo literario alrededor de la greguería; pudiera por ello considerarse a Bartolozzi como primer intérprete gráfico del ramonismo.

Sin embargo, frente a la compenetración característica de la etapa anterior, se aprecia ahora cierta irregularidad en la interpretación plástica de los textos, que aparece en ocasiones desfasada ante aquellas obras en las que Ramón avanza hacia formas literarias más innovadoras; una desconexión que determinó quizá el final de la regularidad en su colaboración a partir de 1918. En cierta forma, parece pesar sobre Bartolozzi el lastrede su oficio de ilustrador que le deja rezagado frente la libertad creativa del literato. No obstante, el dibujante seguirá participando del espíritu innovador del creador de la greguería en otras facetas más espontáneas y libres de su producción, especialmente en sus muñecos de trapo y en sus posteriores empresas teatrales.


EL DOCTOR INVEROSÍMIL

Desde sus primeras veladas en el salón literario de Colombine o en la tertulia de la calle de La Puebla, Ramón y Salvador habían ampliado su mundo de relaciones siempre por caminos paralelos y convergentes, estrechando lazos con los que habían de integrar Pombo. Así, ya en 1913, frecuentan ambos la animada tertulia de Atenas, en la sala de redacción de La Tribuna coincidiendo con Tomás Borrás o Bagaría.43


Al año siguiente, se reúnen en un más sosegado cenáculo alrededor de su común amigo Rafael Calleja, al que se incorporan José Bergamín y Bernabéu y donde se fragua el proyecto de la futura tertulia.44 Allí lee Ramón El doctor inverosímil, la primera novela que ofrece la línea más característica y original de su narrativa y la proximidad a la plena posesión de sus recursos de escritor; un texto que dedica a sus contertulios:


A los espíritus fervorosos y escogidos de Salvador Bartolozzi, José Bergamín y Rafael Calleja, a quienes primero conté las aventuras de este Doctor, en conmemoración de aquella noche tan nuestra, tan cualquiera, tan imperecedera, llena de prudencia, de comodidad y de distinción, en que aún -momento insuperable- no era pública -momento subsiguiente e insubsanable- la ilusión generosa y arbitraria de esta nueva ciencia.45


La novela recoge el variado repertorio de casos clínicos y los respectivos tratamientos con los que el protagonista, el doctor Vivar, se enfrenta a la enfermedad. En la descripción del arbitrario método de Vivar, Ramón encuentra ya el camino idóneo para la expresión de constantes de su literatura - vitalismo, irracionalismo o exaltación erótica- adaptando el género narrativo a las características que señala Rey Briones y en las que profundizará en su posterior trayectoria como novelista:


Tanto la estructura -fragmentaria, construida mediante la yuxtaposición de pequeñas anécdotas que no imprimen un sentido progresivo a la trama- como el carácter insólito y extravagante de la invención, y por supuesto, el estilo, salpicado de numerosas imágenes y greguerías, otorgan a esta obra el sello inconfundible de las más genuinas creaciones ramonianas en su tendencia más renovadora y personal.46


La interpretación gráfica de Bartolozzi traduce básicamente el fragmentarismo de la novela, con un sentido de subrayado de las anécdotas análogo al empleado en El Ruso, aunque con un tono que bascula entre el truculento expresionismo de la portada y el toque caricaturesco de algunas de las ilustraciones.

Resulta muy atrayente la rara síntesis de crueldad obscena y aséptica frialdad de la imagen de portada, que sirve de ilustración al capítulo inicial de la novela, titulado "La revelación". Presenta en una oscura sala de operaciones, sobre un suelo de hipnótico ajedrezado, las figuras de Vivar y el colega que salva la vida de su amante moribunda provocándole una profunda herida en el muslo, en un gesto de evidentes connotaciones sexuales. Ambos observan con gesto ambiguo el desnudo de la yacente figura femenina, y parecen dirigir respectivamente sus miradas al reguero de sangre que mana de su pierna y a la sugestiva cascada de sus cabellos. Al margen de este toque típicamente decandentista, el dibujo de Bartolozzi transmite una atmósfera cuyo inquietante expresionismo realzan sencillos toques de color. Acentúa la obscenidad de la roja herida de la mujer el entorno clínico y gélido sugerido por la combinación de blanco y negro con leves pinceladas de azul.



En las once ilustraciones interiores alterna diversos tipos de imágenes. En pequeños apuntes muestra los objetos que causan algunas de las enfermedades inverosímiles: "Los guantes viejos", el reloj desarmado de "El envejecido", la mesa desordenada y caótica de "El gran atranco" o las imágenes religiosas del anticuario citado en el "Índice de unos cuantos casos más" que cierra la obra.



Otros dibujos de mayor tamaño escenifican anécdotas y personajes de otros casos, en ocasiones con un matiz caricaturesco: la manía persecutoria de la joven beata -protagonista del episodio "Mi prima"-, atraída por los moribundos y velorios; "El hombre de las barbas" que le transforman en sujeto "feroz y solemne"; "El sabio doctor en Medicina", que padece por el ignorado suicidio de uno de sus pacientes; "El parroquiano" a quien revive el retorno a su cotidiana tertulia de café, o el personaje de "Los lentes" consumido por el efecto de sus pesados cristales. Alude, por fin, a las más breves anécdotas del citado "Índice", con dibujos de "la mujer que se tiñe el pelo", o el simón claustrofóbico que anonada a su ocupante.


Frente a la eficacia de la portada, las ilustraciones interiores pecan en algún caso de cierta inexpresividad: la técnica del ilustrador profesional supone quizá un lastre frente a la libertad ingenua de anteriores trabajos; carecen por ello de la gracia que el propio Ramón años después transmitirá a través de los monos que, con la misma función de subrayado de la anécdota o como complemento a sus greguerías, dibuja para sus libros y artículos.


Sin embargo, en este momento el literato mantenía su permanente confianza en el arte del dibujante; al respecto es muy sintomático el hecho de que el sello del rostro de Ramón dibujado por Julio Antonio, habitual en los libros anteriores, sea sustituido en El doctor inverosímil -al final del texto, bajo su firma- por uno muy similar realizado por Bartolozzi; sigue, pues, vigente y reforzado su papel como principal singularizador gráfico de la literatura de Gómez de la Serna.


Fuente Boletín Ramón


Notas

43 Cansinos Assens refiere una anécdota de los salones de Colombine con el fondo de la relación tirante entre Ramón y José Francés, desbancado en las preferencias amorosas de la novelista por el joven escritor: "Francés, que es amigo de Bartolozzi, el cual a su vez lo es de Ramón, ha regalado a Colombine una cabeza de niño, hecha en su taller, reproducción de un original griego" (La novela de un literato, op. cit., T. I, p. 364). Sobre la tertulia de Atenas —donde se reunían Luis Cortés, Antonio Armenta, Enrique de Mesa, Amadeo Vives, Zamacois, Ceferino R. Avecilla, Tomás Borrás y Bagaría—, véase: Pablillos de Valladolid, "Los Bartolozzi", Por Esos Mundos 237 (X-1914), pp. 441 -447 y Miguel Pérez Ferrero, "Entrando en fuego. La primera etapa a la vista" (1935) en Ramón en cuatro entregas, op. cit., T. II, p. 17. Pérez Ferrero describe la anecdótica batalla en el interior del diario: "Se reúnen en un cuarto en el que Bartolozzi ha colo-cado un friso. Los que componen el grupo le han dado el nombre de Atenas, y también se han apresurado a designar a los antagonistas que no merecen la entrada en el aposento. A estos —el cuerpo de la redacción que hace lo que se llaman las tripas del periódico— les denominan Beocios. Entre Atenas y Beocia se libran espantosas batallas sin sangre".

44 Pérez Ferrero (Ibídem, p. 18) caracteriza al grupo y alude también a la lectura de la novela de El doctor inverosímil: "Rafael Calleja ha habilitado un cuartito en la casa editorial de su familia para íntimas reuniones. Concurren a ellas, con Ramón, el dibujante Bartolozzi, lazo de unión entre Atenas y la nueva capilla; Bernabéu, joven abogado; el propio Rafael Calleja, y un joven de dieciocho años, espigado y agudo, José Bergamín. Intensamente sueñan los cinco sus sueños literarios. Todos los otros mundos les son ajenos e indiferentes. A veces salen de su rincón para refugiarse en otro de un café. Piensan fundar una gran tertulia..."

45 El doctor inverosímil, La Novela de Bolsillo, núm. 22 (14-X-1914), p. 5.

46 A juicio de Rey Briones la novela se ajusta a las constantes de las novelas de Ramón "inventario e invención", con un protagonista peregrino y singular, sin profundidad psicológica" (op. cit., p. 111). Granjel destaca el "excelente testimonio de la capacidad anticipadora de su autor" al constituir el método del doctor Vivar "mezcla del psicoanálisis y la creencia de que buen número de enfermedades son ocasionadas por la acción, diríase alérgica, sobre quien la padece, de los más dispares objetos de su mundo próximo"; intuición que convierte a Ramón en el primer autor en traducir en tema literario el hallazgo de Sigmund Freud (Retrato de Ramón, op. cit., pp. 197-198).

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